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domingo, 28 de novembro de 2010

Luna - Lugar de Origen y Transformación



¿Por qué hablar de la Luna?
Porque no hay nada de más personal y muchas veces desconocido para uno mismo que nuestras propias lunas. Ya arrancando con un poco de Psicología, Descartes, racionalista, ponía la razón (Sol) en el centro de toda explicación del mundo, diciendo “pienso, luego existo”. Lacan viene y volviendo a Freud en su conceptualización del inconsciente dice “soy en donde no pienso, pienso en donde no soy”.

Y acá ya estamos hablando del primer concepto de la Luna en nuestras cartas y en nuestras vidas: el inconsciente. Y cuando hablamos del inconsciente, en Psicología, estamos hablando de todo aquello que nos conduce y nos determina sin que nos podamos dar cuenta de ello: la Luna. Estamos hablando de patrones de conducta que aprendemos en la temprana infancia, en nuestro hogar, con nuestra madre, en nuestra familia, y que por haberlos aprendido a tan temprana edad, nos cuesta dejarlos, son automáticos en nosotros: la Luna. Cuando hablamos de inconsciente, hablamos de aquello de que fuimos alimentados desde que empezamos a existir, desde el útero, y aquello que ofrecemos a los demás cuando entran en contacto con lo más verdadero y real de uno: la Luna. En otras palabras, estamos hablando de aquello que nos conforma, y que nos puede determinar, de manera muy importante. Estamos hablando de la Luna.

Ahí vemos porque en la carta, la Luna juega un papel importante. En ella, leemos la madre que tuvimos y la madre que podremos ser. Hablamos de sentimientos, porque cuando eramos bebes, era a través de lo que nos llegaba como afecto que entendimos y fuimos conformando nuestro mundo. La Luna muestra como fuimos amados y como aprendimos a amar.

En cartas masculinas, habla de la mujer que el hombre busca para su vida, según la madre que tuvo. En cartas femeninas, habla de nuestra femineidad.

En cuanto regente de cáncer y de la casa 4 de nuestras cartas, habla de hogar, de intimidad, de pasado. Pero a la vez habla de presente, porque hace una mediación entre ambos: somos hoy y actuamos hoy lo que vimos ser en nuestra familia. Cada nueva experiencia vivida es a cada momento inconscientemente registrada y transmutada en funciones instintivas.

En la Luna pertenecemos, o no: en el vientre de una mujer, en los brazos de una madre, en un hogar, en una familia, en nuestra tierra de origen –por oposición a Saturno y Capricornio, que representan el lugar social, en el mundo-. Por ello, la Luna también se identifica con la “madre-patria”. En ella vemos qué tan patriotas somos, y qué relación tenemos con nuestra familia.
Generalmente en consultas percibo que cuando hablamos del Sol, estamos hablando de aquello que la persona tiene consciencia que es, que se muestra más fácilmente, y generalmente nos gustan muchas de las características que se atribuye a nuestro Sol. La Luna vamos conociendo con la edad, mientras maduramos y según el nivel de autoconocimiento que uno posee de uno mismo. Hay consciencia en el ser solar. Y no necesariamente hay consciencia en lo que somos con nuestra Luna, porque en ella vemos aquellas actitudes que “nos dieron de comer de chicos”: nos sale, brota, son nuestras reacciones emocionales. Ahí vemos la Luna.

La Luna representa nuestra formación, como alimentamos y fuimos alimentados, como cuidamos y fuimos cuidados, nuestras bases emocionales, en otras palabras, representa como estamos formados estructuralmente. Sí, Saturno es la estructura, la autoridad, la ley, las reglas, pero la Luna es la esencia, el alma, lo que nos conforma en nuestro ser más íntimo y más básico. Los demás planetas indican cómo funcionamos en relación a distintos aspectos de nuestra vida. Pero con la Luna nos relacionamos con todas las partes de nuestra vida. Sus aspectos en la carta, su ubicación por signo y por casa va a teñir su función, que será determinada por nuestras experiencias tempranas con esta primera mujer de nuestras vidas.

La Luna tiene que ver con nuestros hábitos protectores: hay gente que protege mucho y ahoga; hay gente abandonica. A diferencia del Sol, que indica hacia dónde queremos ir, la Luna señala hasta dónde ya hemos ido y qué estamos tratando de vencer. La Luna funciona, por lo tanto, como una base para el Sol: ¿cómo llegar a lo que queremos ser sin conocer aquello que ya somos? Será con los recursos que nos provee la Luna que podremos, o no, desarrollar plenamente nuestro Sol, que representa la voluntad individual. La Luna es el destino al cual seremos instintivamente llevados si no intervenimos en ello con la conciencia.

En cuanto base del Sol, en la Luna vemos como nuestros sentimientos están en armonía o no con nuestra conducta visible. ¿Actuamos según lo que sentimos? ¿Qué tanto nos contradecimos? ¿Qué tan coherente somos? ¿Qué tanto nos auto boicoteamos? ¿Ofrecemos socialmente lo mismo que ofrecemos a quienes queremos en la intimidad de nuestro hogar? La relación entre el Sol y la Luna en la carta es muy importante, ya que determina cuánto estamos satisfechos con nosotros mismos.

En psicoterapia estamos, por lo tanto, trabajando con la Luna todo el tiempo, al revisar aquello de nuestra madre y de nuestra infancia que traemos encarnados en nuestro ser. El signo de la Luna y sus aspectos nos hablarán de cómo nuestra madre se sentía respecto sí misma y respecto de su vida cuando nacimos. Muestra que tipo de energía física y reacciones a la vida ella nos transmitió cuando nuestra personalidad se estaba formando. Nos mostrará también el efecto del ambiente de la infancia sobre la persona. Una Luna afligida puede indicar que el nativo vino de un ambiente difícil: puede mostrar una persona que pasó por traumas emocionales y sufrimiento en la niñez, y esas experiencias, sin intervención, serán llevadas -en un nivel inconsciente- al ambiente adulto. Aspectos difíciles de la Luna nos pueden impedir ser emocionales y espontáneos, creando varios complejos.

Trabajar estos complejos en terapia nos ayuda a tener experiencias emocionales positivas en el presente y en el futuro. Podemos romper nuestros bloqueos emocionales generados por la experiencia familiar de modo semejante al de la mariposa que rompe la crisálida para volverse consciente y bella.

En Psicoanálisis, el Sol es el Yo, intelecto, consciente. Y la Luna es el Ello, irracional, pulsional, inconsciente. Y todo el trabajo se centra en proveer al sujeto mayor conocimiento acerca de esas dos instancias de la personalidad que lo conducen inconscientemente y que lo alejan de su voluntad consciente, de su Sol. Es un trabajo de “iluminación”, de echar luz a la sombra, de hacer conocido lo desconocido. De hacer propio al Yo aquello que, en un principio, se encuentra bajo dominio del Ello, y que muchas veces, nos aleja del lugar en donde queremos estar.

¿Cómo juegan los tránsitos en eso?
Sabemos que los planetas en el cielo están en constante movimiento alrededor del Sol. Como a la Astrología le interesa la visión que tiene el nativo del cielo en el momento de su nacimiento, si le echara un vistazo, técnicamente llamamos “tránsitos” a los movimientos reales y físicos de los planetas en el cielo, tal como los observamos desde la Tierra. Al moverse, esos planetas tocan puntos sensibles de la carta, nuestro cielo simbólico y particular, haciendo lo que llamamos “Aspectos”, que es lo que leemos en Astrología Predictiva. La energía desencadenada en estos contactos nos da la pauta de cómo estamos en nuestras vidas en un determinado momento, y cómo nos estamos manejando con aquello que nos toca vivir.

Los tránsitos pueden ser vividos por cada uno de manera objetiva o subjetiva. Serán vividos objetivamente cuando la simbología de aquel contacto se produzca en lo concreto, en la vida real, a nuestro alrededor, o con las personas con quienes convivimos. Son objetivos cuando los vivimos desde afuera hacia adentro: algo pasa externamente que nos trae la energía de aquel contacto a la consciencia. Plutón hace cuadratura u oposición a Venus, por ejemplo, y experimentamos problemas financieros: deudas que nos son cobradas, somos robados, tenemos problemas con intereses bancarios. Pero ¿qué nos pide el transito? Que aprendamos a vivir financieramente con lo esencial, sin desperdicios, contando con la posibilidad de hoy tener y mañana no tener para nada. Por fuerza de acontecimientos externos, cambiamos nuestra conducta respeto aquel tema y empezamos a manejarnos de otra manera con lo que nos toca vivir.

Los tránsitos serán subjetivos cuando se sienta la energía del contacto o del planeta desde lo interno. Plutón aspecta Venus por trígono, por ejemplo, y empezamos a revisar la manera como queremos, amamos y qué valoramos en nuestra pareja. Se intensifica la relación con una determinada persona. Cuando uno lo vive adentro, cambia, se relee, relee una situación, y a partir de ahí se empieza a modificar lo que está afuera. A diferencia de cuando el transito es vivido objetivamente, en donde cambiamos porque la situación cambio y así se nos impuso, en un tránsito vivido subjetivamente, uno cambia y la situación cambia como resultado del cambio de uno.

Una de las cuestiones más difíciles de leer en consultas de revolución y tránsitos es determinar si aquel transito se va a dar en un nivel concreto o subjetivo, porque eso está especialmente conectado con el grado de conocimiento que el nativo de la carta tenga de sí mismo, con su nivel de auto-conciencia. Mi experiencia muestra que cuanto mayor el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, más vivimos los tránsitos subjetivamente, y cuanto menos conocimiento tenemos de nuestra subjetividad, más vivimos a los tránsitos en lo objetivo, en lo concreto.

Lo interesante de los tránsitos es que, por más breves que sean, generalmente producen un cambio, aunque pequeño, en la persona por aquel periodo, que después sigue con el nativo de la carta. La persona no vuelve a un 100% de lo que era antes, después de vivir un determinado tránsito, en especial cuando se viven tránsitos de planetas sociales y transpersonales. ¿Y por qué? Porque ellos disparan eventos que no se extinguen al fin del periodo. Y, aunque se extingan, la persona conoció otra manera de ser, de actuar, de vivir, que es muy probable, siga en vigencia una vez que el tránsito se haya terminado.

Con eso estamos casi diciendo que en la naturaleza hay evolución pero no hay involución. No todo lo que uno cambia durante un tránsito les agrada a los demás, pero lo que cuenta es que conocemos la posibilidad de volvernos personas distintas, de cambiar, haciendo uso de los tránsitos.

¿Los tránsitos son buenos o son malos?
Esa es la pregunta que con más frecuencia se escucha en consultas. Y, para contestarla, hago referencia un libro de Eloy Dumón llamado “Astrología Predictiva” en donde él dice que los tránsitos, por sí mismos, no producen ni buenos ni malos acontecimientos; solo indican la manifestación de ciertas energías que coinciden con circunstancias o situaciones agradables o desagradables que tendremos que vivir en determinados momentos de nuestras vidas. Pero si el tránsito resultará para bien o para mal, depende de uno. Nuestras fortalezas íntimas pueden derrotar las influencias negativas y, por el contrario, nuestras debilidades pueden perjudicar un uso adecuado de las bondades de un tránsito positivo.

Y sigue comentando que, como seres humanos en desarrollo, no estamos realmente a merced de las fuerzas externas. Estamos permanentemente creando las condiciones o circunstancias que necesitamos o que merecemos.

Y la verdad es que aun ciertos tránsitos, que pueden relacionarse con accidentes, no siempre tienen necesariamente que manifestarse así. Una enfermedad o acontecimiento desgraciado, a menudo sugiere que la persona no ha encarado como debería algo en su vida y la única manera de poder hacer que uno lo encare es 'sacarlo afuera', a la realidad externa, simbólicamente, a través de un suceso doloroso. Del mismo modo, aquello que no podemos enfrentar de nosotros mismos lo vemos reflejado en la gente por la que sentimos antipatía o aversión, así como lo que no podemos encontrar en nosotros mismos, lo vemos reflejado en aquello a quienes amamos.


La visión de Dumón, que comparto, es que los tránsitos “difíciles” tienen que ver con un proceso purificador y no necesariamente destructivo, siempre y cuando se cambie de dirección, pero muchas veces tratamos de aferrarnos con tenacidad a nuestros hábitos negativos y, en este sentido, estos tránsitos "producen" conflictos relacionados con la expresión del planeta natal, obligándonos a desarrollar nuevos modos de expresión en sintonía con la energía del planeta en tránsito, según la casa en donde esté. Por ejemplo, un tránsito de Urano por el ascendente nos pide, entre otras cosas, un cambio radical de conducta que, si no se da voluntariamente, puede ser exigida por un evento externo, con la manifestación, por ejemplo, de una enfermedad en el cuerpo que exija que cambiemos nuestra conducta a causa de prevenir su avance. Pero la enfermedad en sí misma no está predeterminada, tampoco la manera como la percibiremos. Por otro lado, si nos anticipamos y producimos un cambio voluntariamente en nuestra conducta, y la enfermedad ocurre, es probable que no nos sea tan difícil vivirla como sería si tuviéramos que cambiar a causa de ella.

Los tránsitos “fáciles” (sextiles, trígonos y algunas conjunciones) suelen proporcionar un estado de confianza interna y seguridad, que muchas veces nos es perjudicial. Por no demandar esfuerzos ni generar tensiones, estos tránsitos pueden hacernos más "vagos" para lidiar con obstáculos y crisis, y no ponen a prueba nuestros puntos débiles. Es más: los pueden reforzar. Porque en estos tránsitos nos podemos resistir a la acción y a los cambios, muchas veces necesarios, los tránsitos “fáciles” pueden resultar más dañinos que los tránsitos “difíciles”. Uno se puede volver más pesado o cómodo, hasta ser sacudido por el próximo transito “difícil” de estos dos planetas en contacto.

Entendamos que todos los procesos de la vida, como la vida misma, tienen inicio, culminación y fin. Los tránsitos nada más indican qué etapa de estos procesos estamos viviendo, y cuál sería la mejor manera de sobrepasarlos.

Los planetas generacionales
Los planetas generacionales son llamados así porque reflejan la manera de pensar de toda una generación acerca de los temas que el planeta representa:
Urano -> libertad.
Neptuno -> espiritualidad.
Plutón -> transformación.
Por el tiempo que tardan en transitar cada signo (Urano -> 7 años, Neptuno -> 14 años, Plutón -> 20 años), ellos van a mostrar más la formación de características impersonales de una época que características personales. Por ejemplo:

Urano en Cáncer (1949-1955):
- TV
- Casas (cáncer) repletas de artefactos electrónicos (Urano)
- Adopción de una actitud de más libertad hacia el hogar y el matrimonio: la comida congelada, por ejemplo, la píldora anticonceptiva.

Urano en Libra (1968-1975):
- La moda (Libra) rompe las normas convencionales (Urano): la mujer empieza a usar pantalones.
- La mujer empieza a luchar por la igualdad (Urano) de derechos (Libra)

Urano en Escorpio (1975-1981):
En su paso anterior por ese signo, de 1890 a 1897, surge Freud y el Psicoanálisis revolucionando la manera que se veía la sexualidad en ese entonces, diciendo que hombres, mujeres y niños son seres fundamentalmente sexuales. En 1978, vimos el primer bebe de probeta, gestaciones afuera del útero materno.

Urano en Piscis (2000-2010):
- Cambia las relaciones con la espiritualidad
- Aumenta el interés por psicoterapias (Piscis -> casa 12)
- Interés por yoga, creatividad -> espiritualidad diferente, alternativa, personal, más libre.

Neptuno en Virgo (1929-1943) -> surge Hitler y su fanatismo (Neptuno) por restablecer la raza aria o la pureza racial (Virgo), desencadenando la Segunda Guerra Mundial.
- En 1929 tenemos el Apartheid en Sudáfrica, reconociendo la diferencia entre blancos y negros (Virgo) pero, a su vez, hablando de una supuesta igualdad (supuesta -> Neptuno).
- Se acepta por primera vez la psiquiatría (Neptuno, mental, casa 12) como parte de la vida diaria (Virgo). Surgen las enfermedades psicosomáticas (Casas 6 y 12, Neptuno y Virgo).

Neptuno en Acuario (1998-2012) –> en su paso anterior por Acuario (1834-1847) se descubrió la anestesia. Es la revolución en lo que concierne la curación y a la espiritualidad, las drogas, el inconsciente.

Neptuno en Piscis (2012-2026) -> en su paso anterior por Piscis, Neptuno hizo nacer el moderno espiritismo (1848), apareció la Virgen María en Francia (1858) y se espera que en ese próximo paso haya grandes progresos en las facultades espirituales, la curación por medios espirituales, y el nacimiento de grandes místicos, artistas y conductores espirituales.

Plutón: descubierto en 1930, estaba en el signo de cáncer -> época de mayor riqueza (Plutón) en producción agrícola (Cancer), surgimiento de varias dictaduras, de nuevas formas de gobierno (fascismo, comunismo, etc.), comienza la gran emancipación de la mujer, debilitando el poder de la institución “familia”.

Plutón en Libra (1972-1984) -> control (Plutón) de natalidad (vínculos familiares); reforma (Plutón) de las leyes del matrimonio (Libra), que deriva en la implementación de la ley del divorcio en argentina en 1987. En Brasil, el divorcio se implementa en 1977, con Plutón en Libra.

Plutón en Escorpio (1984-1995) – O todo o nada. Intensificación de conflictos mundial derivando en una resolución -> la caída del muro de Berlín en 1989.

La influencia de estos planetas a nivel personal se evidencia cuando aspectan un planeta personal, porque modifican la expresión de aquel planeta.

Los traspersonales y el inconsciente
Como estos planetas se encuentran en un lugar del Universo en donde la luz del Sol (consciente) no llega, cuando hablamos de planetas generacionales, estamos hablando de lo que nos es inconsciente y que aprendemos a ser como resultado del momento generacional en que nacemos. Representan aquellas formas de ser y de pensar que son inconscientes porque las tenemos incorporadas, adquiridas por ser parte del momento cultural en donde nacemos inmersos.

¿Cómo los vivimos en nuestra carta natal? A través de los planetas personales por ellos tocados, según el tipo de aspecto que hagan con ellos. Modificarán nuestras vivencias de aquella función.

Urano, el “planeta diferente”
Urano representa el rompimiento con la tradición y una liberación del mundo ordenado y estructurado, representado por Saturno.

Conocido como la octava superior de Mercurio, Urano gira alrededor de su propio eje en un ángulo de 90 grados, lo que nos da también una idea acerca de la naturaleza de la mente uraniana: el alejamiento de 90 grados de cualquier otra cosa.

Urano necesita libertad, que se expresará ya sea con la libertad en el alma (Nelson Mandela, que encarcelado por años, siempre dijo que nunca le podrían encarcelar el alma) o por medio de su estilo de vida, viviendo según sus propias reglas.

Pero ser “el diferente” también tiene su precio: cuando no nos podemos acomodar a lo establecido, podemos experimentar soledad y aislamiento, sentimiento de no pertenencia.

Tránsitos de Urano pueden llevar el nativo a experimentar mucha libertad y hasta exilio. Y una necesidad irresistible de crear o gestar.

En el extremo, su rebeldía puede derivar en un comportamiento violento en contra lo establecido que no se acepta.

Con Urano, todo acontece de manera explosiva.

En asuntos amorosos son magnéticos y atractivos. Sin embargo, son erráticos. Escuchamos a menudo que los casos de amor que se inician bajo la influencia de Urano pueden terminar tan abrupta e intensamente como empezaron. Es que Urano necesita nueve meses para completar un tránsito sobre un planeta o grado en particular. Así, lo que comienza en el inicio de su tránsito puede terminar junto con su conclusión.

Muchas personas sienten también, de golpe, la necesidad agobiante de crear un estilo de vida totalmente nuevo y de romper con una rutina o relación. El tema es que cuando el tránsito de Urano se concluye, la persona es bajada de aquellas alturas celestiales y tiene otra vez que ajustarse a la realidad terrena.

Los tránsitos uranianos nos traen un descanso de Saturno, dándonos la chance de obtener la libertad que necesitamos, de liberarnos de modos de comportamiento arraigados y desgastados. Tránsitos de Urano por el Sol, Luna o Ángulos puede hacer que uno se sienta más eufórico, creativo. Nos cuesta concentrarnos. Personas nacidas con Urano destacado en la carta son personas altamente estimuladas todo el tiempo.

La persona que tiene en la carta natal Luna/Urano entiende de individualidad, y la respeta. Pero hará, más que nada, que respeten la suya. Esas personas suelen ser vistas como independientes. No suelen ser buenos cuidadores del otro, no son de los que miman. Les dan espacio a los demás, y lo exigen para sí mismos. En los extremos, se le ve como una persona “sola”, no de amigos, pero sí de pareja. Parece que le cuesta compartir la intimidad, porque a menudo se sienten invadidas. Son individuos que funcionan mejor viviendo en casas separadas, no teniendo al otro a diario, a la mano, que teniéndolo cerca. Funcionan para relaciones a la distancia. Eso por la cuestión del espacio que Urano necesita para existir y respirar. Es fácil hacer que una persona Luna/Urano se sienta ahogada: basta con llenarla de atención y presencia, en especial hacerle muchas demandas.

En los tránsitos de Urano sobre la Luna experimentamos, de golpe, una sensación de “¡basta!”. Pero ¿basta de qué? De todo. Por tránsito sobre la Luna, Urano suele generar una abrupta ruptura, que los que están alrededor no entienden ni cómo ni el por qué. El tema es que la mayoría de las veces ni el propio nativo lo sabe. Él sabe apenas que se hartó. Y que de aquello no quiere saber nada más.

Un punto curioso cuando vivimos un tránsito de Urano es que generalmente no sentimos culpa por las actitudes que tomamos, por los “¡basta!” que decimos, aunque les suene ofensivo a quienes queremos. “Lo lamento”, es lo único que pensará o sentirá el dueño de la carta. Y seguirá con su vida.

Un tránsito de Urano nos hace sentir que todo cambió de lugar, y que ya no encontramos nada. Si Plutón entra en un living, lo vacía, tira todo por la ventana, Urano entra y cambia todo de lugar. A diferencia de Plutón, un tránsito de Urano no suele generar el dolor de la pérdida, porque con Urano no sentimos que perdemos: nos libertamos, simplemente no queremos más. La pérdida con Urano suena a ganancia de libertad, porque con Urano no hay apego. Con Plutón, sí.

Con Urano aprendemos que lo único que podemos esperar de la vida es que todo puede cambiar en cualquier momento – y, de hecho, ¡cambia!-. Como recomendación para los tránsitos de Urano, digo que es siempre mejor enfocar en la dirección opuesta a lo que se quiere, porque si uno mira hacia lo que quiere, sale otra cosa.

Los tránsitos de Urano transforman tan profundamente como Plutón, pero en lugar de ser un proceso largo, es un proceso más inmediatista, resultado de un largo proceso en el cual uno se viene hartando de una determinada situación. Pero que, por ahí, no lo demostraba o hablaba a los demás. Entonces, para quien está afuera, suena como impulsivo, intempestivo, inesperado. Y que siempre sucede cuando menos se espera.

Con Plutón falta cantidad: hay un par, pero este par que hay, es seguro. Con Urano hay abundancia, y mucha variedad, pero es difícil crear vínculos, lo que también puede hacer que uno se sienta solo, por incomprendido: nadie puede entender cómo se siente, como actúa, como se porta.

También es un momento de insight, de comprensión rápida e instantánea de las cosas, lo que facilita el trabajo en psicoterapia.

Justo por ser un tránsito que suele hacer sufrir menos al nativo, es un tránsito que facilita la ruptura de patrones inconscientes de conducta, aquello que aprendimos con nuestras madres –la Luna–. Ganamos autonomía respeto a nuestro pasado y también a aquello que nos formaba. Nos sentimos más prontamente autorizados a ser “otra cosa” distinta a aquella que siempre aprendimos como correctas, o que nunca pudimos dejar de ser. Nos liberamos de la tradición familiar y deseamos ser nosotros mismos, por más distinto que eso pueda resultar a los demás y a nuestros orígenes. Pero también nos amigamos con nuestro pasado. Porque con Urano entendemos y aceptamos lo diferente, y ahí dejamos de pelearnos. No nos sometemos, pero tampoco queremos someter al otro. "Yo soy yo y vos sos vos".

Neptuno y la disolución de nuestros condicionadores inconscientes
Neptuno es conocido como la octava superior de Venus. Venus está exaltada en el signo de regencia de Neptuno, Piscis, lo que sugiere que la manifestación más elevada de Neptuno es el amor y la compasión universal, que abarca todo.

El neptuniano típico vive en otro mundo. Su visión se vuelve hacia la realidad interior, lo que puede crear castillos de fantasía para las multitudes o pueden llevar el nativo a un submundo oscuro de escapismo y abuso de sustancias toxicas. El éxtasis es, al mismo tiempo, el don y la falla fatal del individuo neptuniano.

Se observa en cartas de personas con aspectos Luna-Neptuno una relación, como mínimo, interesante con la madre: o ella es la pobrecita donadora que todo hace por el mundo y por los demás, sin jamás pensar en sí misma, o es Hitler, la maldad en persona. Extremos. Pero ¿Por qué eso? Porque con Neptuno está la dificultad en ver las cosas como realmente lo son. La pregunta que uno hace a un individuo con Luna-Neptuno en la carta natal es: "¿quién es esa madre?"

Cuando Neptuno aspecta planetas personas en la carta natal vivimos la manifestación de aquel planeta entre extremos. Con Venus, por ejemplo, o vivimos una relación amorosa basada en los más altos valores neptunianos, o construimos relaciones sobre la base del dúo salvador-victima. O idealizamos al otro y no les vemos ninguna falla, o nos enamoramos de aquel que más fallas tiene, porque él necesita ayuda, necesita ser “salvado”, y el nativo es quien lo va a salvar. Somos las víctimas o los victimarios.

A los neptunianos lo que más les cuesta es abrir los ojos y encarar la realidad. Viven en un estado constante de “negación”, miran hacia el otro lado, lejos de la realidad, porque no soportan encarar su simpleza y la falta de magia de lo que se compone (Piscis por oposición a Virgo). Y eso sigue en curso hasta que decidimos finalmente abrir los ojos y osamos mirarnos en el espejo como verdaderamente somos, no a través de los ojos de las fantasías que creamos alrededor de uno mismo por tanto tiempo. Por supuesto, este proceso demanda mucho coraje y fuerza, y la mayoría de las personas prefiere el camino de la resistencia. En donde tenemos Neptuno en la carta es en donde estaremos más sujetos a la negación y al auto-engaño.

Así, ¿qué pasa con los individuos que está viviendo un tránsito de Neptuno? Lo mismo que ocurre con las personas que nacieron con Neptuno destacado en la carta: disolución del ego personal, dificultad en imponer límites, falta de sentido de definición o propósito en la vida (también internamente), duda y confusión acerca de las verdaderas creencias personales, falta de racionalidad y linealidad, entre otras cosas. Pero las personas que nacieron con esa posición de Neptuno dedican todas sus vidas a comprender sus propiedades y hacer los ajustes necesarios, mientras que las personas que lo experimentan en un tránsito significativo son apenas forzadas a vivir bajo su hechizo por uno o dos años.

Muchas personas sienten que finalmente pueden ver hacia donde están yendo en un tránsito de Neptuno. Por cierto, hay algo de verdad en eso. Pero acordémonos que bajo el agua no podemos ver claramente. Neptuno es el planeta de la ilusión. Así, ¿Cómo saber cuánto de verdad hay en lo que vemos?

Bajo un tránsito de Neptuno tendemos a desarrollar la confianza y la esperanza en la fe de un poder más elevado, lo que puede ser peligroso cuando uno no puede ver las cosas claramente y no tiene consciencia de ello.

Lo que funciona en un tránsito de Neptuno para la psicoterapia es que en el océano, metáfora para el inconsciente colectivo, los procesos lógicos y racionales dejan de existir. Todo empieza a disolverse, nada más tiene sentido. El ego se tiene que disolver o ponerse al costado. Pero la disolución representada por Neptuno es importante en ciertas fases de la vida. Con Neptuno las emociones e instintos tienen permiso para existir en la superficie. Tanto como Plutón, Neptuno puede desencadenar el tipo de explosión emocional que genera un sentimiento de miedo, trepidación o descontrol porque durante su tránsito, no hay formas de saber qué está siendo destruido ni por qué.

Por otro lado, y justo por su facultad de disolución, Neptuno puede ablandar estructuras y condicionamientos muy rígidos. Al generar ese sentimiento de confusión, de pérdida de suelo bajo nuestros pies, Neptuno nos ayuda a entrar en contacto con lo más profundo de nosotros, lo que facilita el acceso a nuestro propio inconsciente.

Neptuno sobre la Luna nos hace más soñadores y creyentes, pero también nos hace más maleables. Y necesitamos estar maleables para poder cambiar. Personas que necesitan conducir todo en su vida, incluyendo el trabajo psicoterapéutico, pueden encontrarse con una facilidad mayor para dejar llevarse por el analista. Por lo general, caminamos por la vida con una misma conducta respeto de las cosas, obteniendo siempre los mismos resultados. Neptuno, como que por infiltración, va disolviendo eso. Con él, nos abrimos para cosas que todavía no habíamos pensado, opciones que antes no nos plantearíamos, abrimos camino para que sean probadas posibilidades antes no pensadas.

Lo importante con Neptuno es mantener una ayuda profesional externa. Eso porque es fácil dejarnos perder por los caminos de Neptuno. Él es un gran creador de ilusiones. Pero si nos dejamos ilusionar, él nos lleva igualmente hacia la desilusión. Al final, el tránsito un día se termina, y nosotros nos quedamos con la cruda realidad delante de nuestros ojos. Durante el tránsito, nuestra visión queda nublada acerca de las cosas, de las personas y de las situaciones. Perdemos el marco de lo real, lo que puede ser bueno, siempre y cuando aquel real ya no nos sirva. Pero si nos prestamos a ser conducidos por charlatanes espirituales prometiéndonos la salvación o por médicos ineptos que nos prometen la cura rápida de nuestros males con el uso de drogas milagrosas, podemos perder más que solamente tiempo en el proceso.

Neptunianos que entran en nuestras vidas cuando estamos bajo la influencia de este planeta son seductores. ¿Cómo no dejarnos engañar? Tengamos siempre al lado un tercero imparcial y de confianza en nuestras vidas para preguntarle siempre "¿estás viendo lo mismo que veo yo?" Y confiemos en su respuesta más que en nuestra percepción, que puede estar nublada por la magia de Neptuno.

El Sol no brilla en Plutón
Plutón es un planeta muy chico. Ubicado en los confines del sistema solar, no recibe la luz del sol.

Regente actual de Escorpio, se le dice “la octava superior de Marte”. Si bien ambos gobiernan los instintos y la sobrevivencia, la energía de Marte es una energía consciente, frontal, mientras que la energía de Plutón es inconsciente, liberada de tiempos en tiempos y de manera torpe, inhábil, cuando la persona es menos capaz de controlarlo.

El descubrimiento de Plutón coincidió con la época en que la Psicología Freudiana estaba en su auge. En su polémica teoría (para la época), Freud abordaba cuestiones como la sexualidad y el inconsciente. Hablaba que el hombre no es dueño ni siquiera de su propia morada. Decía que estamos gobernados por fuerzas desconocidas en nuestro aparato psíquico. En una época en que apenas dos fuerzas podían gobernar el universo –dios o el propio hombre– su teoría resulto “incómoda” para la burguesía y la comunidad científica.

Adecuadamente, Plutón recibió el dominio del inconsciente personal y de la psicoterapia en general. Como el inconsciente descrito por Freud, Plutón es esta “amenaza” interna, esta parte nuestra que al sernos desconocida, nos puede manejar sutilmente. Pero está relacionado a la psicoterapia y al psicoanálisis porque con Plutón también hablamos de cura. Es nuestro máximo poder, que podemos usar contra o a favor de uno mismo.

Cuando Plutón hace contacto con la Luna por tránsito, lo que generalmente emerge son años y años de sentimientos reprimidos, incluyendo mucho enojo y violencia. Es como si fuera un proceso de limpieza: es necesario que aquello que guarda Plutón emerja para que se lo pueda decantar, desechando lo que no sirve, rescatando (y curando) lo que sirve.

Al hacer aspecto inarmónico a la Luna natal, Plutón habla de experiencias de infancia que típicamente incluyen represión y dominación. Y a muchos plutonianos esas vivencias determinan sus vidas: algunos siguen por la vida lamentándose por las humillaciones sufridas, a la sombra de las experiencias del pasado o de la madre dominadora. Otros, buscan venganza sobre los que lo maltrataron o empiezan a maltratar a los demás.

Mucha gente tiembla al pensar que un tránsito de Plutón puede representar la muerte cerca. Pero Plutón no trata apenas (y ni siquiera principalmente) de muerte física. Normalmente lo que si hay son muertes psicológicas y pérdidas durante un tránsito de Plutón.

Una jornada plutoniana tiende a empezar con una sensación terrible de pérdida. A veces, podemos pensar que algo de valor fue alejado de nosotros: puede ser la muerte física de algún ser querido, la muerte de una relación, de un trabajo, la venta de una propiedad estimada o una mudanza a un lugar extraño. Las posibilidades son infinitas. Pero, de una manera o de otra, somos “obligados” a desistir de algo sin lo cual pensábamos no seriamos capaces de vivir. Estamos sin ningún apoyo y nuestra seguridad desapareció.

Pero eso es apenas el inicio. Cualquier que sea la experiencia inicial de perdida, ella nos envía a un descenso en espiral hacia las profundidades del inconsciente, en donde tenemos que encarar nuestros propios demonios personales. Mientras bajamos, parecemos perder cada vez más las cosas que nos hacen sentir a salvos y seguros. Somos despedidos de nuestras opiniones y actitudes cuidadosamente guardadas a lo largo de la vida. Todo lo que teníamos por cierto parece insignificante. No tenemos más ninguna sensación de estructura moral, emocional o espiritual. En el centro de una experiencia plutoniana encaramos nuestros peores miedos. No somos nada más que emoción cruda. Alcanzamos el fondo del pozo.

Y es acá en donde surge el otro lado de Plutón. Una voz todavía débil, como un mensajero de los dioses adentro de uno, empieza a susurrar palabras de consuelo, de esperanza. Algo cambia en nuestra alma, algo que, en un principio, somos incapaces de definir. Nos empezamos a levantar. Renacemos.

Como Plutón se encuentra en lo que está por debajo, este planeta está asociado también a los minerales, lo que en la antigüedad era la riqueza terrena. Así, la riqueza material y física puede resultar de un Plutón destacado en la carta, o de un tránsito de Plutón. Pero es la riqueza que reside en los subterráneos de nuestro inconsciente, que es la más importante. Mientras más nos familiarizamos con lo que ocurre en este mundo, más ricos nos tornamos como personas. A Plutón lo tenemos que enfrentar en su morada: el inconsciente personal.

En los hombres, un Plutón fuerte forma típicamente un hombre intenso y meditativo, a menudo introvertido. Este tipo, probablemente, se concentrará en las cosas que son símbolo de poder en nuestra cultura –sexo, dinero, y el propio poder-. Pero a pesar de su aparente “mundanismo”, su intensa capacidad de manifestarse en términos de los símbolos de poder de una cultura es una necesidad basada en ese mundo de complejos e inseguridad que asociamos a Plutón.

Los tránsitos de Plutón son largos y lentos. Representan periodos significativos de crecimiento del alma y de experiencias transformadoras en la vida de una persona que resultan, primeramente, en un proceso simbólico de muerte, sensación de pérdida, lamentación, dolor, separación o tristeza de algún tipo. Cuando salimos con éxito del proceso, progresamos personal e espiritualmente. Renacemos.

Como tanto la Luna como Plutón hablan de lo que nos es inconsciente, el proceso terapéutico bajo un tránsito de Plutón presupone catarsis emocional. No se ve nada superficialmente. Lo que está escondido emerge. Nos afrontamos con cosas nuestras que nunca esperábamos poseer. Nos acordamos de vivencias que habíamos “olvidado”. Es un proceso intenso, que requiere un buceo en la propia alma. A Plutón no nos entregamos a medias: tiene que ser por entero. Nada menos satisfará a Plutón.

Todo proceso terapéutico presupone una bajada de las propias defensas para permitir la emersión del inconsciente. Con Plutón, lo indicado es promover una “auto-invasión”, una auto-investigación. Iniciar el proceso antes que esperar que él se inicie solo. Hacer arrancar en un principio, para después dejarse conducir por el proceso. El camino es hacia el auto-conocimiento. Pero la trayectoria no necesariamente es fácil.

El proceso de muerte de Luna/Plutón tiene relación con esta catarsis. De hecho, morimos algunas veces en un tránsito plutoniano, así como mucha gente se nos muere simbólicamente, aunque sigan a la vuelta de la esquina. Porque son mascaras que se caen, descubrimos cosas que no esperábamos, conocemos secretos de nuestros más íntimos que terminan por imposibilitar la relación. “¿Cómo puedo haber estado tanto tiempo a tu lado y nunca haberme dado cuenta?”
Nada impide que ocurran muertes reales en un tránsito plutoniano. Pero creo que tales muertes tienen más relación con nuestra propia capacidad de vivir el transito en un plano subjetivo. Si perdemos internamente, ¿qué necesidad tendrá el tránsito de manifestarse en lo concreto? Y si se llegara a manifestarse, ya nos lo tomaremos de otra manera, con otra percepción da vida y de los sucesos.

Lo peor que una persona viviendo un tránsito de Plutón puede hacer es tratar de mantener el control. Control es algo a lo cual se renuncia en un tránsito de Plutón. Mejor aún: renunciamos a todo en un tránsito de Plutón. Como el tránsito de Plutón es un tránsito hacia el poder último y supremo que podemos tener en el mundo (sobre nosotros mismos), tenemos que soportar perder todo lo que nos es más precioso. La pregunta que nos hace Plutón es ¿y qué pasaría si tuvieras que vivir a partir de hoy sin eso en tu vida? Cuanto más retenemos con Plutón, más nos quita él. ¿Cómo no perder? Renunciando. Viviendo la vida como si en cualquier momento todo, absolutamente todo lo cercano, en lo que nos apoyamos, pudiera dejar de estar. No hace falta echar ni cosas ni personas, pero hay que vivir teniendo presente todo el tiempo que nada está dado por sentado. Hay que sospechar de nuestras certezas incuestionables: nada es seguro, nada es incuestionable.

Pero ¿a qué va todo eso? ¿Solo al auto-conocimiento? No. Con Plutón, se pierde para ganar. Plutón solo nos hace perder aquello que nos hace daño. Nos libera de los antiguos condicionamientos lunares, primero tirándonos en el vacío. Y ¡qué bueno!, porque es necesario hacerse un espacio para llenarse con cosas mejores. No podemos ganar si no sabemos renunciar a lo que nos hace daño. Él promueve este vacío, y una vez que nos hizo encontrar con nosotros mismos, con lo más puro y crudo de nuestras almas, nos devuelve todo. Nos devuelve en doble. Nos devuelve de otra manera. Puede ser lo mismo, pero es tan distinto que parece otro. Es de otra manera, con otras bases, curado. Porque Plutón también habla de rescate.

Todo el proceso tiene como fin último nuestra cura emocional, de manera que podamos relacionarnos de manera más sana con el mundo y con nosotros mismos.

Conclusión
La mayor parte del tiempo estamos dirigidos por esta red de sentimientos inconscientes representados por la Luna. Algunos autores definen la Luna como “pozo infinito de patrones de sentimientos que, en la mayor parte del tiempo, dirigen inconscientemente nuestras acciones en el presente”. Otros la relacionan correctamente con la primera parte de nuestras vidas y dicen que viajamos metafóricamente hacia el simbolismo de nuestros signos solares conforme envejecemos. Esta es otra manera de decir que el ser humano tiende a madurar y a liberarse de las relaciones puramente instintivas conforme gana auto-conocimiento, conectándose más directamente con su propósito consciente y aproximándose a las características representadas por el Sol en su rueda astrológica.

Si astrológicamente la Luna simboliza el inconsciente personal y si el Psicoanálisis dice que en el inconsciente están los principales determinantes de nuestra personalidad, el único camino posible para trabajar un verdadero cambio personal y de vida es trabajando estos aspectos difíciles que traen nuestras lunas natales.

Siempre que nos encontramos con tránsitos astrológicos largos, la primera preocupación es "¿qué impacto tendrá esto en mi vida?" La respuesta es simple: tendrá tanto impacto como uno necesite para mejorar el nivel en que vive en su vida la simbología del planeta por tránsito y su propia Luna.

Buscamos en los planetas confirmaciones de eventos concretos en la vida real, como si tales eventos se nos fueran a dar como un regalo de los dioses. Nos olvidamos que todo y cualquier “regalo” que nos hagan será desperdiciado con el tiempo si no estamos “listos” para recibirlo y disfrutarlo. En búsqueda de respuestas objetivas y con miedo de vivir tránsitos buenos o malos, desperdiciamos el verdadero potencial de los planetas para ayudarnos a cambiar aquello de nosotros que nos aleja de conquistar nuestros deseos y sueños. Porque la vida se camina con los propios pies, y no en el cielo, con el paso de los planetas.

Mirar a la Luna de cada uno de nosotros, de eso que nos domina y determina la mayor parte de lo que somos aunque no queramos, es bastante complejo. Intervenir en ella es lo más proficuo, pero también lo más difícil. Pero cuanto más la conocemos, más capaces nos tornamos de “ser” y “vivir” a nuestro propio Sol, y más aptos nos tornamos en construir nuestro destino personal.

No existe mayor poder que el saber quiénes somos, por qué somos y cómo queremos ser; de conducir nuestras propias vida en coherencia con nuestra esencia, de caminar con los ojos abiertos, observando cada paso del camino. Es tornando consciente el inconsciente, conociendo la “materia” de que está hecha nuestra “alma” y “esencia” que adquirimos poder.

Y si hay algo que nos regalan los dioses del Olimpo, es la posibilidad de cambiar que nos traen esos tránsitos tan transformadores de los planetas generacionales. Ellos son herramientas para desvelar este poder que nos conduce, que podemos usar para aprender a manejarlo en nuestro beneficio.

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